miércoles, 26 de julio de 2023

Bogarra, arte y naturaleza



"Todo arte es imitación de la naturaleza". 
Lucio Anneo Séneca





En ocasiones no hay que ir demasiado lejos para vivir y disfrutar experiencias inolvidables. No es necesario desplazarse cientos de kilómetros, ni perderse en lugares recónditos para descubrir rincones maravillosos en donde la belleza se nos ofrece con tanta generosidad, tan abrumadora, que no deja de sorprendernos. Nuestra región, y particularmente nuestra provincia, posee tantos lugares que merece la pena conocer, visitar y recorrer sin prisa, que podría llenar las páginas de este blog con cada uno de ellos, pero esta vez, dedicaré la página a la Ruta de las Esculturas de Bogarra, un plan totalmente recomendable con el que, sin duda, grandes y pequeños disfrutarán enormemente. 

Hacía muchos años que no iba a Bogarra y cierto es que ha cambiado mucho desde la última vez. Por aquel entonces no existía esta ruta cuyos orígenes se remontan a 2012, año en que dos vecinos de esta bella localidad de la sierra de Albacete, José Vivo y Lauren García (este último escultor profesional), engendraron la brillante idea de unir arte y paisaje a través de una ruta que discurre a lo largo de la Hoz del río Bogarra. Y en efecto, fueron dos visionarios los artífices de este proyecto, aunque tampoco les faltó después el apoyo de políticos y vecinos del municipio. Todos unidos, poniendo cada cual su granito de arena, han conseguido, más de una década después, que miles de personas de toda la geografía nacional acudan a Bogarra atraídas por esta singular ruta ubicada en un entorno privilegiado.

Cada año, y ya son diez, las Jornadas de Escultura en el Paisaje reúnen en este municipio a escultores de toda España, en un certamen donde se puede contemplar en vivo y en directo el proceso de creación de las obras, cuyo número aumenta tras cada edición, superando ya el centenar. Uno de esos escultores es el munereño Edmundo Blázquez, escultor cuya singular afición se ha convertido en toda una pasión. Edmundo tiene expuestas en la ruta 12 esculturas, aunque también tiene otras en el propio pueblo como la recientemente inaugurada biblioteca al aire libre. Su trabajo en Bogarra es muy elogiado y reconocido por todos los vecinos, y él se ha convertido ya casi en bogarreño de adopción, aunque he de decir, que el sentimiento es mutuo y Bogarra tiene en él a su mejor embajador, pues no hay más que oírle hablar de Bogarra y de sus encantos para que te entren unas ganas tremendas de visitarlo. A mí también me cautivó con sus elogios, sobre todo tras conversar con él para realizarle una entrevista para la revista Ecos, y aunque estaba convencida de que me gustaría, la experiencia, lejos de defraudarme,  superó con creces mis expectativas.

La Ruta de las Esculturas comienza en el propio casco urbano de Bogarra, muy bien señalizada, y sorprendiendo al visitante nada más comenzarla, ya que entre las preciosas callejuelas, las esculturas salen a nuestro encuentro y nos avisan de que abramos bien los ojos para lo que nos espera. Por delante, 6,5 km. de senderos a través de la naturaleza, siguiendo el curso del río Bogarra y más de 100 esculturas salpicando el extraordinario paisaje. Las hay de todos los tamaños, formas y materiales (de madera, hierro y piedra, aunque es este último el que predomina). Las puedes encontrar en los lugares más sorprendentes, escondidas o mimetizadas con la naturaleza: en el río, en una balsa, en una cornisa de roca, en una piedra, cualquier lugar es bueno... siendo todas ellas un verdadero derroche de imaginación de los artistas. 
Precediendo el puente que da inicio al sendero, una enorme araña de hierro, y a partir de ahí, decenas de personajes, objetos, animales, figuras...  Te detienes a fotografiarlas inevitablemente una y otra vez y las observas boquiabierto, casi sin dar crédito. Como queda dicho, tendremos que estar muy atentos para que no dejarnos ninguna mientras contemplamos el espectacular paisaje. El sonido del agua que nos acompañará casi todo el recorrido, así como la exuberante vegetación que nos proporcionará sombra en algunos tramos, hacen del camino una experiencia relajante y totalmente recomendable. Pero además, los más intrépidos disfrutarán con los pasajes a través de la roca que has de recorrer asido a las cadenas para no resbalar, o con el puente colgante que has de atravesar para acceder al otro lado del río, casi llegando al final de la ruta. Los que sufran de vértigo también tienen la posibilidad de cruzarlo por debajo, aunque se perderán uno de los momentos más divertidos y emocionantes.
Cruzar el río a lomos de un cocodrilo es la última sorpresa que nos depara la Ruta de las Esculturas, aunque después de este paseo que se realiza en aproximadamente 2 horas, nos queda el plato fuerte: la Ruta de las Cascadas, un auténtico deleite para los sentidos. Esta ruta la componen 3 cascadas pobladas de vegetación y con sendos estanques, en donde el agua fluye por entre las rocas erosionándolas a su paso. En la Cueva de La Mora, situada junto a la segunda cascada, comprobamos como esta erosión ha cincelado la roca a su antojo durante siglos. Poco a poco la ruta requiere un poco más de esfuerzo, ya que el terreno se va volviendo más escarpado y hay que ascender todavía un buen trecho hasta alcanzar la tercera cascada, conocida como El Batán. El ascenso hasta dicha cascada es la parte más empinada y sin duda la parte más dura del trayecto, aunque merece mucho la pena el esfuerzo, ya que una vez arriba, la imagen es espectacular. Te quedarías contemplando la escena durante horas, aunque sabes que aún queda volver sobre tus pasos y descender de nuevo. 

Completado el recorrido, cansados pero satisfechos, tocaba parar y reponer fuerzas con una buena comida, cosa que no nos resultó demasiado difícil, pues habíamos reservado en el restaurante El Batanero, enclavado justo al inicio de la Ruta de las Cascadas. "No te puedes marchar de allí sin probar las patatas con huevo", me había advertido Edmundo, y efectivamente, nos pusieron un plato de patatas que parecía una inmensa tortilla, y en verdad estaban deliciosas, al igual que los distintos manjares de que también pudimos degustar en este merendero. Y ya con el hambre saciada, sin prisa, pero sin pausa, comenzamos el camino de regreso al pueblo. El sendero es el mismo hasta llegar al puente elevado, tras el cual, la ruta continúa por la otra ribera del río, siguiendo un pequeño sendero que discurre junto a la acequia. Por ella corre el agua fría y cristalina con la que los bogarreños riegan sus huertas. El paisaje es en esta zona diferente, pero no por ello menos bello, y tampoco faltan las ingeniosas esculturas que jalonan la ruta y que van saliendo a nuestro encuentro. Puedes encontrar hasta un gigantesco fósil de dinosaurio esculpido en el risco. 
Amenazaba tormenta la tarde, aunque conseguimos llegar a Bogarra sin mojarnos, y cuando divisábamos las primeras casas, nos esperaba una última sorpresa: una cabra montesa comía alegremente sobre nuestras cabezas, a escasos metros de nosotros, y de la población. Supongo que allí no será raro que las cabras se paseen por las calles a cualquier hora del día...
Y con la imagen de esta simpática cabra finalizo la crónica de este día inolvidable, un día en el que, además, celebramos un cumpleaños de manera distinta, pero muy especial. Ahora ya puedo recomendar este viaje sin titubear ni un segundo, con pleno convencimiento. A familias con niños o sin ellos, a parejas jóvenes o no tanto, a aventureros o ascetas. A todo aquel que encuentre la felicidad en la naturaleza. 
La Ruta de las Esculturas de Bogarra es un sorprendente museo al aire libre que no dejará indiferente a nadie. Esculturas, arte y naturaleza, una simbiosis perfecta que no os podéis perder. 



















Y para aquellos que quieran saber más acerca del interesante trabajo como escultor de Edmundo Blázquez, adjunto la entrevista que tuve el placer de hacerle el pasado mes de junio para la revista local Ecos. 









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