No he encontrado mejor forma de inaugurar este Anaquel de palabras que con un texto que ya ha visto la luz, unas palabras que ya he pronunciado en público en la pasada edición del Pórtico Literario de la Feria. Se trata de un poema que escribí para dicho Pórtico, y que desde el primer momento tuve la certeza de que formaría parte de un diario muy especial para mí.
Ese diario, en el que escribo de cuando en cuando desde que nació mi hijo, está dirigido a él, a mi pequeño, y lo escribo con la ilusión de que en el futuro le sirva para rememorar su infancia a través de las palabras de su madre, y con la esperanza de poder transmitirle las pocas o las muchas certezas que hoy por hoy anidan en mi cabeza.
Septiembre de 2017
Mamá, tengo miedo
Me llamas angustiado buscando mi presencia
para acallar tus fantasmas.
No temas, mi vida, mamá está aquí
no temas, pobre de ti, tan pequeño y ya con miedo.
No tengas miedo, que el miedo da miedo en sí mismo,
y no quiero sumar el tuyo al que yo ya tengo.
De pequeña también tuve miedo a la oscuridad
y hoy recorro sin pensar el negro pasillo
para serenar tus desvelos.
Hoy, me atenazan otros miedos.
Miedo a la sinrazón y al fanatismo que mata en nombre de Dios,
miedo al poder devastador de la naturaleza que exhibe su implacable fuerza
con huracanes, terremotos o volcanes,
miedo a los poderosos sin escrúpulos que manejan el mundo a su antojo,
miedo a las guerras, al conflicto, al odio y al rencor entre iguales, a la indiferencia
Miedo a la enfermedad, que en poco tiempo ha segado la vida de dos de mis ancestros,
Miedo al futuro, a los imprevistos, a todo peligro venidero.
Miedo a perder todo aquello que más quiero.
Pero tú, carne de mi carne, sangre de mi sangre,
remanso de paz donde siempre encuentro consuelo,
no tengas miedo.
No temas, vida mía
y regresa al plácido mundo de los sueños.
Recuerda siempre el bello poema de Kavafis:
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca…
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
Ni al colérico Poseidón.
Quién sabe cuáles serán mañana tus lestrigones o tus cíclopes
Quién pudiera desvanecerlos de un plumazo
Quién aplacar la furia de los dioses
Quién sino tú mismo, mi cielo.
No permitas que los malos pensamientos enturbien tu camino,
condena al ostracismo tus temores
y grábate esta frase que leí en un libro:
No querer pensar, también cuenta como felicidad.
La felicidad, esa debe ser tu meta,
pero no esperes a que el futuro te la ofrezca.
Aprende a ser feliz con lo que tengas,
y no busques en el lujo o la riqueza.
Ten siempre a Ítaca en tu mente
y devora la vida a manos llenas
Disfruta día a día de tu viaje,
de tantas cosas bellas que te esperan.
Viaja, ríe, baila, canta, lee, sueña,
goza de tu existencia intensamente
no dejes que el letargo te adormezca
y disuelva entre tus dedos el presente.
Embriágate de la grandeza del mundo
agudiza pulcramente los sentidos,
eleva tu espíritu fecundo
y embébete del arte, y de los libros.
No te rindas nunca mi pequeño,
lucha con ahínco por tus sueños.
Pero no dejes de lado tus raíces
y atesora en tu memoria los recuerdos.
Despoja tu alma de rencores amargos,
y que la noble bondad abandere tus actos.
Ama, entrega amor sin condiciones ni límites,
y sonríe, luce siempre tu sonrisa resplandeciente.
No tengas miedo hijo mío,
No olvides nunca las palabras de tu madre,
y así, cuando llegues viejo y sabio a tu destino
entenderás ya qué significan las Ítacas.