Ya huele a feria… Se acerca el 20 de
septiembre y otro año más se percibe en el ambiente, en las calles, en el
ajetreo de la gente, quizás en el aire
también, y hasta en el cielo, que casi
siempre nos adelanta el inminente cambio de tiempo.
La feria, se nos llena la boca con
esta palabra, que representa a la vez tantas cosas: el amor y la devoción de un
pueblo hacia su patrona la Virgen de la Fuente, la alegría y alborozo de los
munereños que esperan con entusiasmo estas fiestas, y sobre todo, la tradición
y el arraigo de una celebración que se viene repitiendo desde hace varios
siglos.
Huele a
feria, o puede que simplemente sea una sensación; El pueblo parece haber
despertado de su letargo, de repente todo es bullicio, prisas y carreras. Las
mujeres se afanan en las limpiezas y se ultiman
los preparativos para que todo esté listo para el comienzo de los festejos. Las
calles se van llenando poco a poco de toda clase de puestos y atracciones que
no faltan a su cita anual, y de decenas de curiosos ávidos por conocer
las novedades que nos deparará este año nuestra fiesta grande.
Huele a
feria, y los recuerdos afloran atropelladamente en mi memoria, de esa manera
única y especial como sólo los olores son capaces de evocarnos el pasado. De repente
me embarga un sentimiento de alegría y regreso a aquella época que ahora parece
tan lejana en que anhelaba la llegada de la feria. Regreso a aquellos tiempos
de paseos interminables desde la plaza hasta los coches eléctricos, haciendo y
deshaciendo el camino andado una y otra vez, veo con nitidez los puestos de
turrón salpicados a lo largo de la calle Mayor, regreso a las noches de fiesta
pólvora en una plaza atestada de gente con la mirada clavada en el cielo,
aguardando expectante las detonaciones seguidas del fulgor de los cohetes
derramándose con formas caprichosas en la oscuridad de la noche; regreso a los
churros con chocolate que conseguían a duras penas hacerte entrar en calor y que constituían todo un ritual sin el cual
no se podía acabar la feria , a las
atracciones, que sin duda mirábamos con otros ojos y que entonces conseguían
seducirnos con sus llamativas luces y sus músicas estridentes, regreso a las mañanas
de diana y pasacalles que anunciaban una nueva jornada festiva, a las tardes de
toros, a los puestos de navajas y como no, a las tómbolas de los perritos
pilotos y de las inolvidables chochonas.
Huele a
feria y no sabría describir el olor, quizás sólo existe en mi memoria, porque quizás
sólo sea un dicho y no un hecho, pero lo cierto es que ya me llega el dulce
aroma del algodón de azúcar, y el de las almendras garrapiñadas, o puede que sea
mi mente la que de nuevo me juegue una mala pasada… Pero no, porque no sólo huele
a feria, ya se oye también el rumor de la feria. Ya se oye el ajetreo de los
puestos de cacharros apostados como siempre en la calle Santa Ana, y se oyen
los chavales arremolinados alrededor del mismo y ajado puesto de tiro de todos
los años, y el estruendo de los petardos que hacen estallar con avidez, y ya se oyen también los acordes de la banda de
música preparada para emprender el triunfal pasacalles que irá encendiendo a su
paso el espléndido alumbrado.
Porque ya
huele a feria, y se oye, y se ve también; ya veo las numerosas bombillas que
engalanan las calles de Munera vistiéndolas de luz y color, y la majestuosa torre
de la iglesia iluminada por sus cuatro costados, postal inconfundible que
permanece en la retina de todos cuantos nos visitan en estos días, y a sus pies
la tradicional luminaria disfrutando de su fugaz protagonismo antes de
convertirse en cenizas, y veo como se
aproximan luciendo sus mejores galas la reina y damas de las fiestas, pletóricas
de juventud y belleza. Y ya están aquí también los poetas, que fieles a la cita,
nos acompañan un año más en nuestro pórtico literario. Aquí, entre estas cuatro
paredes que lo acogen, no sólo huele a feria, huele a palabras, huele a poesía
y a verso, a emoción contenida, a
libertad, y a paz.
Ya huele a
feria, y es un olor frío y húmedo. Huele a jersey y a veces a abrigos recién
sacados del armario. Es 20 de septiembre… y como casi siempre, es llegar la
feria y cambia el tiempo. Las nubes hacen su aparición y el calor parece
abandonarnos precipitadamente dando paso al otoño; Porque en Munera feria suele
ser sinónimo de final de verano, de frío, y en alguna ocasión hasta de lluvia, para
disgusto de todos los que esperamos que el estío dure un poco más, tan solo
unos días… Pero no importa, ya estamos acostumbrados y nuestra feria es así, es
fría, es diferente, es única,… , y parecemos sorprendidos y hasta extrañados
las raras ocasiones en las que el sol nos acompaña estos cinco maravillosos
días.
Ya empieza la feria y en breve, casi
sin darnos cuenta, llegará el 25 de
septiembre y nos despediremos de ella con tristeza. Pronto las calles se
quedarán vacías y las atracciones serán sustituidas por tractores cargados de
uva; la algarabía y el bullicio se tornarán en el silencio y la tranquilidad
que nos acompañarán a lo largo de un dilatado invierno, apenas quedarán ya
huellas de la celebración, el inerte alumbrado será el único vestigio de lo acontecido aquí estos
días, todos volveremos a retomar la rutina de nuestras vidas después del impasse
festivo, y cuando la feria 2012 forme ya parte del pasado, tan sólo nos
quedarán unos cuantos recuerdos más que atesorar, para que el año que viene, cuando
se aproxime el 20 de septiembre, de nuevo, nos huela a feria.
Leído en el Pórtico Literario de la Feria de Munera 2012