martes, 18 de septiembre de 2018

Ya huele a Feria



Ya huele a feria… Se acerca el 20 de septiembre y otro año más se percibe en el ambiente, en las calles, en el ajetreo de la gente,  quizás en el aire también,  y hasta en el cielo, que casi siempre nos adelanta el inminente cambio de tiempo.

La feria, se nos llena la boca con esta palabra, que representa a la vez tantas cosas: el amor y la devoción de un pueblo hacia su patrona la Virgen de la Fuente, la alegría y alborozo de los munereños que esperan con entusiasmo estas fiestas, y sobre todo, la tradición y el arraigo de una celebración que se viene repitiendo desde hace varios siglos.

      Huele a feria, o puede que simplemente sea una sensación; El pueblo parece haber despertado de su letargo, de repente todo es bullicio, prisas y carreras. Las mujeres se afanan en las limpiezas y  se ultiman los preparativos para que todo esté listo para el comienzo de los festejos. Las calles se van llenando poco a poco de toda clase de puestos y atracciones que no faltan a su cita anual, y de decenas de curiosos ávidos por conocer las novedades que nos deparará este año nuestra fiesta grande.

  Huele a feria, y los recuerdos afloran atropelladamente en mi memoria, de esa manera única y especial como sólo los olores son capaces de evocarnos el pasado. De repente me embarga un sentimiento de alegría y regreso a aquella época que ahora parece tan lejana en que anhelaba la llegada de la feria. Regreso a aquellos tiempos de paseos interminables desde la plaza hasta los coches eléctricos, haciendo y deshaciendo el camino andado una y otra vez, veo con nitidez los puestos de turrón salpicados a lo largo de la calle Mayor, regreso a las noches de fiesta pólvora en una plaza atestada de gente con la mirada clavada en el cielo, aguardando expectante las detonaciones seguidas del fulgor de los cohetes derramándose con formas caprichosas en la oscuridad de la noche; regreso a los churros con chocolate que conseguían a duras penas hacerte entrar en calor  y que constituían todo un ritual sin el cual no se podía acabar la feria ,  a las atracciones, que sin duda mirábamos con otros ojos y que entonces conseguían seducirnos con sus llamativas luces y sus músicas estridentes, regreso a las mañanas de diana y pasacalles que anunciaban una nueva jornada festiva, a las tardes de toros, a los puestos de navajas y como no, a las tómbolas de los perritos pilotos y de las inolvidables chochonas.

    Huele a feria y no sabría describir el olor, quizás sólo existe en mi memoria, porque quizás sólo sea un dicho y no un hecho, pero lo cierto es que ya me llega el dulce aroma del algodón de azúcar, y el de las almendras garrapiñadas, o puede que sea mi mente la que de nuevo me juegue una mala pasada… Pero no, porque no sólo huele a feria, ya se oye también el rumor de la feria. Ya se oye el ajetreo de los puestos de cacharros apostados como siempre en la calle Santa Ana, y se oyen los chavales arremolinados alrededor del mismo y ajado puesto de tiro de todos los años, y el estruendo de los petardos que hacen estallar con avidez, y  ya se oyen también los acordes de la banda de música preparada para emprender el triunfal pasacalles que irá encendiendo a su paso el espléndido alumbrado.

      Porque ya huele a feria, y se oye, y se ve también; ya veo las numerosas bombillas que engalanan las calles de Munera vistiéndolas de luz y color, y la majestuosa torre de la iglesia iluminada por sus cuatro costados, postal inconfundible que permanece en la retina de todos cuantos nos visitan en estos días, y a sus pies la tradicional luminaria disfrutando de su fugaz protagonismo antes de convertirse  en cenizas, y veo como se aproximan luciendo sus mejores galas la reina y damas de las fiestas, pletóricas de juventud y belleza. Y ya están aquí también los poetas, que fieles a la cita, nos acompañan un año más en nuestro pórtico literario. Aquí, entre estas cuatro paredes que lo acogen, no sólo huele a feria, huele a palabras, huele a poesía y a verso,  a emoción contenida, a libertad, y a paz.

   Ya huele a feria, y es un olor frío y húmedo. Huele a jersey y a veces a abrigos recién sacados del armario. Es 20 de septiembre… y como casi siempre, es llegar la feria y cambia el tiempo. Las nubes hacen su aparición y el calor parece abandonarnos precipitadamente dando paso al otoño; Porque en Munera feria suele ser sinónimo de final de verano, de frío, y  en alguna ocasión hasta de lluvia, para disgusto de todos los que esperamos que el estío dure un poco más, tan solo unos días… Pero no importa, ya estamos acostumbrados y nuestra feria es así, es fría, es diferente, es única,… , y parecemos sorprendidos y hasta extrañados las raras ocasiones en las que el sol nos acompaña estos cinco maravillosos días.

   Ya empieza la feria y en breve, casi sin darnos cuenta,  llegará el 25 de septiembre y nos despediremos de ella con tristeza. Pronto las calles se quedarán vacías y las atracciones serán sustituidas por tractores cargados de uva; la algarabía y el bullicio se tornarán en el silencio y la tranquilidad que nos acompañarán a lo largo de un dilatado invierno, apenas quedarán ya huellas de la celebración, el inerte alumbrado  será el  único vestigio de lo acontecido aquí estos días, todos volveremos a retomar la rutina de nuestras vidas después del impasse festivo, y cuando la feria 2012 forme ya parte del pasado, tan sólo nos quedarán unos cuantos recuerdos más que atesorar, para que el año que viene, cuando se aproxime el 20 de septiembre, de nuevo,  nos huela a feria.


Leído en el Pórtico Literario de la Feria de Munera 2012






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