Han sido éstas unas navidades especiales, diferentes, y también muy emotivas. Unas navidades en las que a lo largo de los días se han ido sucediendo momentos alegres, tristes, divertidos, inolvidables, alguno de ellos para olvidar... aunque en definitiva, momentos singulares de los cuales me gustaría dejar constancia en estas crónicas navideñas.
Confieso, que estas navidades, he recibido la inesperada felicitación de una lectora, y que su entrañable mensaje me ha vuelto a demostrar, que no existe dinero suficiente para pagar, los extraordinarios regalos con los que me obsequia, una y mil veces, mi querida y adorada biblioteca.
Confieso, que mi corazón ha palpitado al escuchar mi nombre por la calle. Y que las francas sonrisas de los niños, de los que procedían esas llamadas, han alegrado mis días, y enardecido mi alma.
Confieso, que he sido dichosa en compañía de mi familia y amigos. Que con ellos, he reído sin pudor, a carcajadas. Que la risa, se ha vuelto tan precisa, que en la vida, son ya muchas las tristezas...
Confieso, que he
vuelto a escribir los pensamientos que me abordan. Que he viajado de nuevo, en el tiempo con mis palabras, y que, como susurros, las he enviado a las maravillosas personas que hacen hermoso mi universo. Y que el eco de mi voz ha regresado, multiplicado de buenos deseos y de sincero afecto.
Confieso, que he sido dichosa en compañía de mi familia y amigos. Que con ellos, he reído sin pudor, a carcajadas. Que la risa, se ha vuelto tan precisa, que en la vida, son ya muchas las tristezas...
Confieso, que mi Nochebuena no ha sido tan buena. Que he sentido como propio el sufrimiento de mi madre, mientras lloraba en silencio las dolorosas ausencias. Y que he visto, como la alegría desbordante de su nieto ha conseguido, otra vez, aligerar sus lamentos.
Confieso, que he tenido el privilegio de participar en un gran concierto. Que he sido testigo de cómo un belén viviente, un coro, una banda, y todo un pueblo, se han unido en comunión por un reto solidario. Que he visto como se hacían realidad, el sueño y la utopía de un joven director de orquesta. Que he disfrutado encantada del prodigio de la música. Que cautivada, he observado a decenas de músicos mover veloces sus dedos, guiados por la batuta de un portentoso maestro.Y que mis pies, se han movido, no podían pararse quietos, al oír las melodías, que aún suenan en mi cerebro.
Confieso, que emocionada he presenciado el canto de una nana bajo los altares. Que he escuchado conmovida a una madre -a la que adoro-, cantar con su dulce voz, arrullando con primor, con entrañable ternura, a su precioso pequeño. Y que he vibrado también, al oír las voces virtuosas de los míos, cantando alegres aguilanderos y villancicos, al son de zambombas y castañuelas.
Confieso, que he participado en una carrera solidaria. Que he corrido, feliz, rodeada de mi estirpe, aunque mi cuerpo, después, haya protestado dolorido. Pero lo he hecho, he corrido siguiendo los pasos de mi hijo, que no ha parado de azuzarme, ¡mamá vamos, date prisa!
Confieso, que he participado en una carrera solidaria. Que he corrido, feliz, rodeada de mi estirpe, aunque mi cuerpo, después, haya protestado dolorido. Pero lo he hecho, he corrido siguiendo los pasos de mi hijo, que no ha parado de azuzarme, ¡mamá vamos, date prisa!
Confieso, que he sentido como el mundo se paraba de repente. Que incrédula, he contenido el aliento, y que he rezado, rogando un milagro al cielo. Que mil lamentos mudos he entonado, porque acaso se trataba de un mal sueño. Que con el alma en vilo, he vuelto a casa, y en la mente, un solo pensamiento.
Confieso que mis ojos se han nublado.Que se ha quebrado mi voz, y estremecido mi cuerpo, al conocer las noticias de una pronta e increíble mejoría. Y que he pensado, quizás... quizás a veces, sí que ocurran los milagros...
Confieso que he recibido con orgullo las buenas nuevas, la gratitud y las muestras de cariño. Que me he dicho, satisfecha, qué suerte de tenerles, cuánto valen... qué importante y valiosa su presencia. Que he rogado a mis santos protegerles, soy tan rica que me asusta, me da miedo...
Confieso que he recibido con orgullo las buenas nuevas, la gratitud y las muestras de cariño. Que me he dicho, satisfecha, qué suerte de tenerles, cuánto valen... qué importante y valiosa su presencia. Que he rogado a mis santos protegerles, soy tan rica que me asusta, me da miedo...
Confieso, que he soñado con las navidades del pasado. Y que no he dejado de añorar un solo día, a todos los que se han ido marchando. Que invoco en mi memoria aquellos viejos tiempos, y que, a menudo, he de sacar fuerzas para no sucumbir a la nostalgia.
Confieso, que he sufrido el mal ajeno, el mismo que hace años yo padezco. Que he querido compartir mis experiencias, y que sabia y experta me he sentido al hablar de mis dolencias ya asumidas. Confieso, que confusa he atendido, los miedos y pesares de una madre; Ilusa, me he llamado, al acordarme, de la angustia y la congoja del principio.
Confieso, que he vibrado con los versos de un don Juan Tenorio embravecido. Que absorta, lo he oído declamar su amor a Doña Inés, sin titubeos. Y que he visto al pequeño lector que ayer fue, convertido en gran actor, en dueño y señor del escenario.
Confieso, que he comenzado un nuevo año
como hace mucho tiempo que no hacía. Que he gozado en compañía de mi familia, del calor y del apego inmemoriales. Y que he cantado por Mecano complacida, "cinco minutos antes de la cuenta atrás"...
como hace mucho tiempo que no hacía. Que he gozado en compañía de mi familia, del calor y del apego inmemoriales. Y que he cantado por Mecano complacida, "cinco minutos antes de la cuenta atrás"...
Confieso, que la magia de la Navidad ha pasado por casa de nuevo. Que hace mucho que aprendí, que con un niño, ilusión y fantasía están servidas. Que con su inmensa emoción nos contagia, que hoy el tiempo pararía, si pudiera...
Qué bonito mi mundo, mi gente,
las personas que están, las que cuentan,
que me hacen la vida bonita,
que consiguen que valga la pena.
Doy las gracias al milagro de la vida
y sin más, solo confieso...
Confieso, que he vivido...