Dedicamos gran parte de nuestra vida a esperar,
ignorando que la fiesta está aquí, que somos nosotros.
Recordar es llegar.
Es extraño como en la vida, a veces, parece que todo esté hilvanado. En ocasiones, son puntadas apenas perceptibles, casi invisibles y otras, en cambio, esas mismas puntadas se ven a simple vista a poco que les prestamos atención.
El pasado miércoles acabé de leer Una vida, la última novela de Alejandro Palomas. Lo hice con el corazón encogido y lágrimas en los ojos. Hacía mucho que un libro no me emocionaba tanto. Quizá fuera porque el final de Amalia (la protagonista) me transportó inevitablemente al de mi padre, o porque se trata de un relato tan tierno y conmovedor, que traspasa las páginas de la literatura, para acercarnos a lo puramente humano. Al día siguiente, Julia, la nieta de Amparo Gavidia Murcia, me daba la triste noticia: nuestra querida doña Amparo estaba muy enferma y la habían sedado. Igual que a Amalia, qué cosas. Con cien años la muerte aguarda a la vuelta de la esquina, sin embargo, la punzada fue dolorosa por inesperada y la emoción me volvió a embargar.
Hoy, 15 de junio, nos hemos levantado sin Amparo. Sabíamos que ocurriría de un momento a otro, pero ha sido hoy, y no ayer, ni mañana, cuando se ha marchado. Hoy, 15 de junio, el cumpleaños de su marido, Enrique García Solana. Hoy, mi cumpleaños. Lo mío puede ser una mera anécdota, una coincidencia triste entre bibliotecarias que hará que el resto de mis días recuerde inevitablemente su partida. Pero lo de Enrique... no me negarán que se trata de una coincidencia asombrosa. Como coincidencia es que este 2025 Amparo haya cumplido 100 años y que se cumplan 50 años del Certamen Molino de la Bella Quiteria. Números redondos, un círculo perfecto. Definitivamente, no, las casualidades no existen.
Una gran fortaleza mental y física ha llevado a Amparo a cumplir un siglo de vida. Una larga vida que ha sido especialmente cruel con esta valenciana de nacimiento, pero munereña de adopción y de corazón. A la pérdida de su marido Enrique se sumaron las de sus dos hijos. Golpes tremendos con los que Amparo Gavidia tuvo que lidiar y seguir adelante, sin otro camino que la entereza y el sentido del deber. Amparo siguió sin ellos al frente del Concurso literario, al frente del Pórtico... Siguió escribiendo, leyendo, trabajando. Siempre tuvo un sentido de vida y estoy convencida de que ahí estriba su fortaleza, sus ganas de seguir. Viktor Frank, el padre de la logoterapia, lo cuenta en su libro El hombre en busca de sentido, necesitamos dar un sentido a nuestras vidas, un motivo por el que seguir adelante. Y no, no es casualidad que últimamente todas mis lecturas, todos mis pasos y pensamientos me lleven a ese libro, a esa filosofía de vida.
La que fuera maestra y primera bibliotecaria de Munera se ha marchado el día de mi cumpleaños y al margen de la tristeza, no puedo sino estar feliz por haber coincidido con esa mujer irrepetible y ejemplo a seguir en todos los aspectos. Y no puedo también, sino estarle agradecida, por el impagable legado cultural que nos dejaron, tanto ella como su familia. Munera llora su pérdida y el nombre de Amparo Gavidia resuena en la provincia y en muchos otros lugares de España. Porque Amparo ha pasado la vida sembrando. Sembrando amor por las letras y la cultura y sembrado también cariño en todos aquellos que se cruzaron con ella a lo largo de su vida.
Gracias por todo, gracias por tanto, querida doña Amparo.