martes, 10 de agosto de 2021

Viaje a través del tiempo




Valderrobles (Teruel)



Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino
se hace camino al andar.
...

Antonio Machado





Viajar por placer, por gusto, por disfrutar del camino, por el mero hecho de alejarse de tu casa y visitar nuevos lugares por conocer. Alejarse unos días de la comodidad del hogar, de la rutina, de los días iguales y repetitivos, de los sitios y la gente de siempre. Viajar lejos, o quizás no tanto, qué más da, a lugares ajenos, desconocidos, recónditos o inesperados. 

Cuando uno viaja todo está por conocer, todo por descubrir. Da igual que te hayas visto varios documentales o leído guías de viaje, que hayas atendido a las recomendaciones de viajeros, que hayas trazado una concienzuda ruta a seguir. Una vez en el destino, nada será igual a lo que habías planeado, el trayecto no se cumplirá al pie de la letra,  nada será exactamente como lo habías imaginado, y una nueva percepción, nítida y consciente, se revelará delante tuyo como una suerte de encantamiento. Eso es lo bonito de viajar por primera vez a cualquier sitio. Todo es nuevo, y la realidad se nos muestra en todo su esplendor, nos envuelve y atrapa irremediablemente, haciéndonos partícipes y protagonistas de ese escenario, dando vida en nuestra retina a esa imagen icónica que hemos visto por internet de ese mismo lugar. Tras unos minutos de observación,  solemos también captar las sombras, esos aspectos menos bonitos que no aparecen en las postales, pero que forman asimismo parte del paisaje de cualquier pueblo, aunque este sea considerado uno de los más bonitos de España.

Hay muchas formas de viajar. Hay quien viaja para descansar, para relajarse. Gente que busca un buen lugar donde alejarse de la rutina, donde comer y beber bien, a ser posible con una buena piscina o una playita cerca donde refrescarse de vez en cuando. Viajeros que buscan lugares idílicos, o no tanto, donde desconectar y no hacer nada, absolutamente nada. 

Hay otras personas cuyas vacaciones son todo lo contrario, y las conciben como una especie de tour en el que no queda tiempo prácticamente para el descanso, ya que la máxima es aprovechar hasta el último minuto de cada día. Me incluyo, me temo, en este último grupo. Y es que, cuando uno viaja con ese espíritu curioso del viajero, del que no puede desperdiciar una tarde descansando, sino que ha de cumplir un itinerario bien trazado y aderezado  con rutas, visitas guiadas o libres. Cuando uno no gasta pereza en caminar callejeando miles de pasos, o en recorrer los kilómetros que hagan falta (16 Km para ser exactos) a través de montes y naturaleza, cuando uno busca y encuentra todos los monumentos, miradores, o lugares de interés, uno tras otro sin vacilar, las vacaciones se disfrutan, por supuesto que sí, pero también pueden llegar a resultar agotadoras. También ayuda, por supuesto, llevar de pasajero a un incansable trotamundos de 11 años al que no asustan las cuestas, ni las escaleras, ni las montañas. Al contrario, es ver un lugar donde se pueda subir o acceder, y allá que se dirige, por muy alejado o elevado que se encuentre el objetivo. Ahí va él, encaminando la expedición, azuzándonos a todos para que no bajemos el ritmo, para que nadie se quede atrás, conminándonos a subir a aquella torre, o a penetrar en ese otro pasadizo. Ironizo diciendo que tengo en casa un "Personal Trainer", pero fuera bromas, no me cuesta imaginarlo dentro de veinte años en la cima del mundo detrás (o delante) de un sherpa...


Tantas cosas haces en un sólo día, tantos lugares visitas, que llegas a perder la noción del tiempo. Han pasado cinco días desde que marchaste y parece que hubieran transcurrido el doble. Las calles, las iglesias, los castillos, los pueblos se mezclan en tu cabeza en un batiburrillo, y llega un momento en que necesitas poner orden a tanta información, a tantas experiencias nuevas, a tantos lugares, porque has de hacer un verdadero esfuerzo para recordar si esa iglesia tan bonita con un pasadizo al castillo estaba en tal pueblo que visitaste ayer o en el que te encuentras ahora.

Salir de viaje para nosotros es estar dispuesto a caminar y caminar sin rumbo fijo, a perderse por las callejuelas y pasajes deleitándose en cada rincón, en cada fachada, en cada cornisa, con cada estampa que nos ofrece la villa; Es recorrer las calles en busca de los números marcados en el mapa; Buscar un lugar donde comer o tomar algo para reponer fuerzas con la incertidumbre del que no sabe si la elección será satisfactoria, o por el contrario, te habrás equivocado por completo. Para ese territorio que no conoces, eres un novato al que gastar bromas pesadas, como quedar atrapado en una calle sin salida siguiendo las instrucciones del navegador,  o dar varias vueltas para encontrar tu destino. Te has convertido en un aventurero dispuesto a no dejarse amedrentar por los contratiempos, en un explorador capaz de sorprenderse y disfrutar con cada nuevo descubrimiento.

Viajar es introducirse en lugares desconocidos, y descubrir en ellos nuevas costumbres, comidas, paisajes, acentos, formas de hablar... y sobre todo personas. Cuando uno procede de un pueblo en el que todos nos conocemos, siente un agradable placer al visitar poblaciones donde nadie te conoce, esa placentera libertad que confiere el hecho de ser una persona anónima más, entre tantas otras con las que te cruzas. Personas de todos los credos, de distintas nacionalidades, con atuendos de todo tipo, con diversas inquietudes e ideas, venidos de lugares lejanos, o lugareños que se resisten a abandonar sus raíces. Todos caminando los mismos sitios, siguiendo los pasos del resto, haciendo centenares de fotografías en los mismos puntos, con el mismo encuadre... A veces, la casualidad propicia momentos tan increíbles como que alguien grite ¡munereños! desde un coche, mientras paseas por una playa situada a 700 km. de casa. O encontrar a un primo al que llevas años sin ver en un pueblecito recóndito de montaña. Este vez el destino no nos deparó ninguna sorpresa de este tipo, aunque también es verdad que las mascarillas no nos lo ponen demasiado fácil a la hora de reconocer a alguien últimamente.

Lo que si nos encontramos en este reciente viaje fue con una maravillosa comarca, la del Matarraña, llamada así por el río que discurre por los municipios que la forman, y cuyas aguas están heladas (aunque los lugareños te digan que fresquitas); Nos encontramos con plazas varadas en el tiempo, con calles, puentes y edificios empedrados y muy cuidados que nos transportaron a la Edad Media; Nos tropezamos con paisajes apabullantes, con majestuosos buitres, y con una extraordinaria naturaleza en estado puro; nos fascinaron sus iglesias, sus murallas, sus castillos, sus "neveras" subterráneas (llamadas bóvedas del frío); Y nos atraparon, por supuesto, su vasta historia y su rico patrimonio.

Durante unos pocos días nos hemos dedicado a recorrer pueblos y lugares que se quedarán ya para siempre en nuestra memoria. A caminar y caminar, colmados convenientemente el hambre y la sed, a visitar todo tipo de monumentos... No hemos parado, como quien dice, así que, nadie se extrañará si digo que el último día de nuestras vacaciones fue una mezcla de tristeza porque se acababan, pero también de cansancio real y absoluto, (no miento), y ganas de regresar otra vez a casa, a la tranquilidad y quietud de la vida hogareña.

De este viaje nos quedarán un montón de recuerdos. Divertidas anécdotas protagonizadas por unos y otros (aunque las haya que no tengan nada de gracioso). Cientos de fotografías por clasificar, esperando a que algún día tengas ganas de organizarlas. Un montón de callejeros y folletos informativos que no sabes si conservar, o reciclar directamente. Ah, y dos maletas de ropa que lavar y planchar, que todo hay que decirlo... Nos queda todo lo dicho, y mucho más porque cada viaje deja una huella imborrable en nuestro ser.

El año que viene, quién sabe a qué lugar nos llevarán nuestros pasos. Ya se verá, porque como siempre digo, lo importante no es el dónde, ni el cómo, lo realmente importante es quién  acompaña tu camino.


...









Ruta del Parrizal. Río Matarraña. (Teruel)
















   



4 comentarios:

  1. Has conseguido que al leerte, transportarme, meterme en tu mochila y disfrutar de ese viaje. Gracias.

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  2. Precioso relato y tambien descripto dan ganas de visitar a los que nos gusta esa clase de rutas que describes chao

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MAQUILA

  "Jamás pensamos en el invierno pero el invierno llega, aunque no quieras".                                                      ...