domingo, 3 de agosto de 2025

Navarra mágica



“El bosque en el Baztán es hechizante, con una belleza serena y ancestral
 que evoca sin buscarlo su parte más humana, la parte más etérea e infantil, 
esa que cree en las maravillosas hadas con pies de pato que vivían en el bosque..."
                      El guardián invisible   (Dolores Redondo)




Este año las vacaciones nos han llevado al famoso Valle del Baztán, en Navarra. Apenas cinco días fuera de casa, pocos, pero muy intensos. En la mochila, un montón de kilómetros de coche, aunque también muchos a pie, disfrutando en todo momento de la naturaleza y del paisaje. Diría que quizás hayamos disfrutado más de los solitarios senderos del Baztán, que del concurrido paseo de la Playa de la Concha de San Sebastián, llena hasta la bandera. Y tampoco faltaría a la verdad, si digo que nos hemos sentido más a gusto comiendo un bocadillo en un idílico merendero perdido en algún lugar del valle, que  en una de las abarrotadas terrazas de la calle San Pedro de Hondarribia. Supongo que es el algo que caracteriza a esta familia, necesitamos muy pocas cosas para ser felices. 

Os invito a revivir conmigo este precioso viaje por Navarra y en concreto por el Valle del Baztán. Un viaje en el que irremediablemente te sientes atrapado por el embrujo de estas mágicas tierras. Las lamias, el basajaum o señor de los bosques, las brujas... todo tipo de leyendas protagonizadas por seres de otro mundo han campado a sus anchas desde hace siglos en este valle.  Pequeños pueblos de cuento, a cual más hermoso, rodeados por frondosos bosques, praderas de verdes infinitos y montañas ocultas por la niebla desde temprano. Fascinante y misterioso, así es el Valle del Baztán, la Suiza navarra, un paraíso natural enclavado entre montañas cuya esencia quedará en mi memoria para siempre. Dejar por escrito todo lo vivido puede convertirse en ardua tarea. Intentémoslo. 

....

El río Bidasoa (Baztán en esuskera) es el amo y señor de este valle, obsequiando vida allá por donde pasa. Dolores Redondo, escritora oriunda de San Sebastián, encontró aquí el escenario perfecto para su trilogía. El fenómeno literario traspasó incluso la gran pantalla y hoy en día ha convertido al Baztán y especialmente a Elizondo, en reclamo turístico para muchos lectores que quedaron atrapados por su encanto. No negaré que este también es mi caso, ya que antes de leer El guardián invisible no había oído hablar de él, pero en cualquier caso, hayas leído o no los libros, el Valle del Baztán es un auténtico espectáculo para los sentidos, un viaje en el tiempo en el que la exuberante naturaleza y la cuidada arquitectura te trasladan a otra época. Así que no puedo sino dar las gracias a Dolores Redondo por descubrirnos a través de sus historias un lugar tan maravilloso. Y como en otras ocasiones, haber hecho este bonito viaje junto a los míos, ha sido un privilegio. 

Elizondo 

Es la capital administrativa, jurídica y cultural del Valle de Baztán y acoge la mitad de la población total del mismo. Fue el lugar elegido para alojarnos durante estas pequeñas vacaciones y la decisión no pudo ser más acertada, ya que este tranquilo pueblo resulta de una belleza incuestionable. Pasear por sus calles de piedra y contemplar sus casonas con entramados y balcones de madera, adornados por coloridas jardineras, es todo un espectáculo para los sentidos. Sin duda es una de las cosas que más me han fascinado de este viaje: las casas. Muchas de ellas antiquísimas, perfectamente conservadas y cuidadas, con sus tejados inclinados, sus aleros característicos, sus impresionantes balconadas... Y no solo las antiguas , ya que la mayoría de las de nueva construcción siguen al pie de la letra la arquitectura tradicional. Aquello parece un concurso a la "casa más bonita". No sé cómo serán por dentro, pero por fuera te dejan boquiabierta. Además, son muchos los palacios y casas señoriales que se conservan y que lucen en sus fachadas los impresionantes escudos nobiliarios que así lo atestigua.  

En la puerta de muchas de ellas encontramos el típico Eguzkilore o Flor del Sol, elemento de protección contra el espíritu de las tinieblas, por si acaso hubiera alguna duda de que la magia y las leyendas ancestrales siguen estando muy presentes en estos lares.

Eguzkilore o Flor del Sol



El río Baztán divide el municipio en dos y junto a sus orillas discurren dos de las calles más importantes y más bonitas del municipio: la calle Jaime Urrutia (donde, por cierto, se encuentra la biblioteca) y la calle Braulio Uriarte (mi calle preferida y donde encontramos la casa de la tía Engrassi en la película del Guardián invisible). Ambas calles se comunican por dos puentes icónicos desde donde es inevitable pararte a contemplar la bella estampa del río y de sus orillas. Desde uno de ellos, llamado Muniartea, se puede observar una de las mejores vistas del municipio: la presa de Txokoto que sirve de molino desde 1317, y que es también una de las estampas más fotografiadas de Elizondo. 

Para terminar, solo decir, por si no ha quedado claro todavía, que Elizondo me enamoró. Quedé prendada de sus calles, de sus casonas, de su río, de su presa, de sus montañas, de su ambiente... Si quieres un lugar bonito y tranquilo para desconectar y recrearte los sentidos, sin duda, ese es tu sitio. 

Elizondo. Puente Muniartea


 







Casa de la tía Engrassi en el Guardian invisible

Cristalera de la biblioteca municipal



Calle Jaime Urrutia





Elizondo 





Un clásico de Elizondo son los txantxigorri, un dulce tradicional hecho con manteca de cerdo, que tras la publicación de El Guardián invisible ha vuelto con fuerza a las pastelerías del pueblo. Me temo que no puedo decir qué tal está, porque no lo llegué a probar. En la fotografía, la Panificadora Baztanesa, que conserva aún el cartel de Mantecadas Salazar utilizado en la película.


Elizondo. Presa de Txokoto



Olite

Aunque haya comenzado esta crónica hablando de Elizondo, antes de llegar al valle decidimos hacer parada en el medieval municipio de Olite. Se trata de un pequeño pueblo de calles estrechas, majestuosos caserones de piedra de enormes aleros de madera y escudos de armas labrados en las fachadas. El calor, aún elevado en esta zona de Navarra, nos impidió disfrutar de un paseo largo y extendido, como merecen sus calles. Decidimos probar suerte en la joya de Olite, su castillo, que por supuesto no nos defraudó.  

Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Trastámara ordenaron en 1402 la construcción del también llamado Palacio Real. El origen francés del monarca se deja ver en esta monumental obra del gótico francés, que se completó en tan solo 22 años y que incluía una muralla, siete torres, jardines y preciosa decoración de arte mudéjar en su interior. Por desgracia, en 1813 un incendio lo destruyó, reconstruyéndose un siglo después. 

La belleza de este palacio castillo es indiscutible, por algo ostenta el título de Monumento Nacional desde 1925. Y no os quiero aburrir con la historia de esta fortaleza (de la que, por cierto, no nos quedó una torre por subir),  ni de esta villa medieval, solo deciros que Olite bien merece una visita.  



Olite. Plaza Mayor




Olite



Olite. Palacio




                    
















Cascada de Xorroxin


Cuánto nos gusta a nosotros una ruta por la naturaleza y más, si tenemos en cuenta al pequeño de la expedición. El día amaneció nublado, como todos, aunque esta vez una lluvia fina nos acompañó a primera hora de la mañana. No nos importó en absoluto, al contrario, sobre todo, teniendo en cuenta los casi cuarenta grados de los que "disfrutaban" los munereños en ese momento. 

La ruta a la cascada de Xorroxin, nacedero del Bidasoa, es una ruta circular que comienza en el pueblo de Erratzu, donde existe un parking habilitado al efecto en el que hay que reservar plaza de forma gratuita. Se trata de una manera de controlar el turismo de masas, pero nosotros tuvimos suerte, ya que apenas encontramos unas cuantas personas durante el recorrido. 

Tras un rescate fallido de un "lindo gatito" atrapado en el interior de una alcantarilla, iniciamos la marcha bajo una tímida llovizna a través de las empedradas calles del pueblo, tomando enseguida un estrecho sendero rodeado de verde. 

Pedro al rescate


Erratzu



La ruta, que obliga a remontar el río Iñarbegi hasta llegar a la cascada de Xorroxin, es sin duda, preciosa, transcurriendo entre hayas, castaños y verdes prados donde se respira el aire puro y la tranquilidad. Reina el silencio y solo se escucha el sonido de los pájaros,  del agua, o el crujir de las hojas bajo tus pasos. 
 
Llegar a la cascada es toda una experiencia, pues te encuentras con un salto de aguas cristalinas entre frondosa vegetación y rocas pobladas de musgo. Tras unas cuantas instantáneas para inmortalizar el momento, toca regresar al punto de partida. La vuelta será por caminos más abiertos, aunque no menos bonitos. Con el pueblo y las montañas a lo lejos, nos topamos con ponis enanos, ovejas de raza latxa, con sus característicos cuernos retorcidos y con vacas paciendo a sus anchas en los interminables prados. Naturaleza en estado puro.


Ruta Cascada Xorroxin















Amaiur
Erratzu



Cascada Xorroxin


Cuevas de Urdax

Aunque son más conocidas las Cuevas de Zugarramurdi (nombre que, por cierto, soy incapaz de decir bien a la primera), decidimos visitar las Cuevas de Urdax, a apenas tres kilómetros de aquellas. Las de Urdax aparecen también en la adaptación cinematográfica de Legado en los huesos, la segunda entrega de la trilogía del Batzán. En ellas se encontraron unos huesos que forman parte importante de la trama de la película.

Se trata de unas grutas milenarias horadadas por el río Urtxume, que discurre por su interior y que en ciertas épocas del año la inunda por completo. Las visitas, que duran poco más de media hora, son guiadas y en grupos reducidos y mientras llegaba la hora de la misma, decidimos acercarnos a Zugarramurdi, para ver el famoso "pueblo de las brujas", conocido por haber albergado el mayor auto de fe por brujería que la Inquisición Española llevó a cabo en la Península Ibérica. 

Tras un breve paseo por las calles de Zugarramurdi regresamos a Urdax para comenzar la visita de sus cuevas. Casi imprescindible para adentrarse en sus profundidades, una chaqueta o jersey, ya que la temperatura no asciende de los 16º. Una vez en el corazón de la roca, la voz de una lamia (personaje mitológico con cuerpo de persona y patas de pato o gallina) nos relató la historia de la cueva, mientras contemplábamos las bellas y caprichosas formaciones producidas por el agua a lo largo de los siglos.
El sonido del agua, los juegos de luces y sombras, así como la atmósfera envolvente y misteriosa creada a lo largo de los sinuosos pasillos, son todo un espectáculo para el visitante. 


Cuevas de Urdax



Ainhoa

El valle del Baztán se encuentra situado al norte de la provincia de Navarra, al límite de Francia, así que municipios como Ainhoa o San Juan de Luz se cuelan a menudo en los itinerarios de los viajeros y turistas. En nuestro caso, nos quedamos con las ganas de visitar el segundo por falta de tiempo y nos acercamos a Ainhoa, territorio histórico vasco francés.

Destaca en Ainhoa su larga calle principal, rodeada por impresionantes y coloridas viviendas de estilo labortano que datan de los siglos XVII y  XVIII. Muchas poseen un dintel que recuerda la importancia de la casa y del hogar en la cultura vasca. La plaza principal está organizada en torno al frontón, situado en el muro del cementerio desde 1849, en el que se puede ver aún a los vecinos jugando a la pelota vasca.

También sobresale la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, rodeada por el cementerio, que me llamó especialmente la atención por la cantidad de macetas, placas, plantas y todo tipo de adornos que cubrían cada una de las tumbas. Por cierto, este cementerio también es una de las localizaciones donde se rodó la película.

En este cementerio también podemos encontrar estelas funerarias discoidales, aunque existe un emplazamiento mayor en la cumbre del Atsulai, en lo alto del pueblo. Nosotros nos contentamos con un paseo por la calle principal y la iglesia, quedando gratamente sorprendidos por la bella arquitectura y el paisaje que rodea a esta localidad francesa.

Ainhoa (Francia)

Ainhoa (Francia)


Ainhoa (Francia)



Amaiur


Amaiur o Maya solo tiene una calle, pero qué calle... Un pequeño municipio con pórtico de entrada, que en cierto modo advierte de que estás accediendo a una fortaleza. Como ocurre siempre en el Baztán, la característica arquitectura de la localidad es digna de admirar y contemplar con detenimiento. Casas y casonas a cual más bonita. Escudos, piedra, madera, plantas y flores que crecen por todas partes, todo ese espectáculo rodeado de verde. Pues lo dicho, un regalo para la vista. 

Nosotros, como ese día "apenas habíamos andado", pues "decidimos" subir a las ruinas del castillo. Ea, pues costó llegar a lo alto por el cansancio acumulado, pero las vistas merecieron la pena, sí señor.




Amaiur Maya


Señorío de Bértiz

Otro bellísimo lugar que merece la pena y que pilla a tan solo unos kilómetros de Elizondo es el Señorío de Bértiz, primer Parque Natural declarado en Navarra. Se trata de uno de los hayedos más espectaculares de la península, aunque también hay robles, alisedas y gran variedad de fauna. Existe una extensa red de senderos en este parque, compuesta por 7 recorridos de diferentes niveles y que te sumergen en las entrañas del bosque.

Nosotros recorrimos la Ruta suspiro, unos 9 kilómetros por sendas y pistas, en las profundidades del bosque, entre riachuelos, troncos y musgo por todas partes. Maravilloso paseo.

Además de las rutas, en el parque hay un Jardín histórico-artístico, un Centro de Interpretación de la Naturaleza, zona de merenderos y un palacio. Nosotros, al acabar la ruta, no nos contentamos con los 9 kilómetros que llevábamos a las espaldas y nos hicimos alguno más en dirección al majestuoso puente de piedra, junto al que los más intrépidos de la cuadrilla se marcaron un baño de lo más fresquito. Yo, que dije que no metería ni los pies, finalmente no me pude resistir y los metí, agradeciendo después el haberlo hecho. Qué felicidad...



Señorío de Bértiz. Ruta Suspiro


Señorío de Bértiz. Calera





Señorío de Bértiz


Señorío de Bértiz




San Sebastián

Se dice de San Sebastián que es una de las ciudades más bellas de Europa. Me temo que a nosotros nos faltaron unas cuantas horas, o mejor días, para conocer la ciudad y atestiguar esta afirmación. Nos dirigimos directamente a la Playa de la Concha, que estaba llena hasta la bandera. Nos costó lo suyo encontrar la entrada del parking por las numerosas obras y el abundante tráfico, lo normal en una zona de playa en pleno julio. 

La mañana nos dio para pasear por el famoso paseo, ver el ayuntamiento, el casco viejo, la majestuosa Catedral del Buen Pastor, acercarnos al Palacio de Congresos y auditorio y como no, disfrutar de sus pinchos, todo ello antes de dirigirnos a nuestro próximo destino: Hondarribia. 

Volveremos algún día, con más calma. Sin ningún adolescente  que esté de morros porque ese día no toca hacer ninguna ruta por el bosque, o porque hay demasiada gente, o simplemente porque no le apetece el plan. Volveremos. 


Playa de la Concha (San Sebastián)



Basílica de Santa María (San Sebastián)



Hondarribia

Se dice de Hondarribia que es uno de los pueblos más bonitos del País Vasco, sin duda motivado por su casco antiguo de origen medieval, su tradición marinera y su gastronomía. Está situada en la orilla izquierda de la desembocadura del Bidasoa y al otro lado podemos ver Hendaya, comuna francesa. 

Nos encantó el barrio de la Marina, con sus preciosas casas de balcones de colores y como veníamos ya con hambre, nos dirigimos a la conocida calle de San Pedro, plagada de restaurantes y terrazas a pleno rendimiento. Demasiados turistas y demasiado calor hicieron mella en nuestro espíritu aventurero y decidimos pasar la tarde en la playa de la localidad, donde nos refrescamos y desconectamos en todos los sentidos, ya que perdimos durante un buen rato la conexión de los móviles.  También merece una visita mucho más pausada esta bonita localidad.



Hondarribia



Lesaka

Otro pueblo con encanto, el enésimo: Lesaka, conocido como "la pequeña Venecia navarra". Un municipio pequeño hecho de piedra y agua, donde pequeños canales, más de veinte, atraviesan sus callejuelas. Algunos de ellos están secos en esta época del año.

Se trata de otro bonito pueblo de casas señoriales, balcones de madera adornados con macetas desgarrándose de flores, tejados a dos aguas y muros de piedra. No estuvimos mucho tiempo, tan solo lo suficiente para recorrer su casco urbano y refrescarnos en uno de los bares abiertos, pero qué maravilla.



Lesaka


Lesaka


Lesaka





Etxalar

Etxalar es famoso por las pilas funerarias llamadas Estelas Discoidales de más de 5.000 años de antigüedad con unos grabados en forma de jeroglíficos y símbolos paganos. Estas estelas se remontan a la época Celta, siendo en el Pirineo Navarro donde son más numerosas (más de 5.000). Estos monumentos funerarios se encuentran en el exterior de la Iglesia de la Asunción de la localidad.

Pasear por sus calles también merece mucho la pena, porque no acabas de acostumbrarte a las espectaculares casas de piedra y madera que te encuentras por todas partes. Pero hay algo que nos sorprendió especialmente en este pueblo, el frontón, situado en pleno centro, cubierto y abierto, en el que cuatro parejas de niños y niñas estaban disputando un partido de pelota vasca. Tan pequeños y golpeaban con la mano abierta la bola, con tal ímpetu que impresionaban.  Cualquiera les manda callar a esos angelitos...

Etxalar






Pamplona

En Sanfermines, la verdad, no creo que vaya nunca a Pamplona, porque no soy yo muy aficionada a los toros, por mucha fiesta que haya y por muchas calles abarrotadas de gente (eso no me atrae en absoluto, qué le voy a hacer). Ahora bien, eso de recorrer la calle de la Estafeta, la plaza del Ayuntamiento que aparece siempre en televisión y donde no cabe un solo pamplonés más, (y que en efecto, es diminuta), eso es otra historia. 

Y luego, lo de tomarte una caña en pleno casco viejo, acompañada de un pincho riquísimo llamado "bola de pimiento" (recomendación de una munereña que es ya pamplonica de adopción), pues qué puedo decir... Un verdadero placer.

Por aquello de las 6 horas en coche que nos quedaban todavía para llegar a casa, el recorrido por esta bonita ciudad no fue demasiado extenso. Callejeamos con el casco antiguo, seguimos la muralla, nos acercamos a la plaza de toros, a la catedral... Se nos quedaron muchas cosas que ver, pero sí nos sirvió la visita para llevarnos una ligera idea de la ciudad, que seguro veremos con otros ojos cuando presenciemos los encierros por televisión.  Y no negaré, que, tras un par de pinchos para chuparse los dedos, abandonamos Pamplona con muy buen sabor de boca. 


Pamplona






Catedral



Y hasta aquí nuestro viaje a tierras navarras. Tocaba regresar a casa y ya había ganas. Yo siempre he dicho que lo mejor de irse es volver. Y qué bien volver a casa, sin ningún incidente o accidente que lamentar y con tantos  buenos recuerdos en la memoria. 

Qué viaje tan bonito hemos hecho, aunque lo mejor, como siempre, la compañía. 



Epílogo: En el camino de regreso y ya cerca de los 40 grados, paramos a estirar las piernas y a comer un tentempié en Libros, pequeña localidad turolense, en la que, por cierto, encuentras por todas las calles placas de escritores. Una parada fruto de la casualidad, pero, no me negarán que muy apropiada para una bibliotecaria. 😉

Navarra mágica

“El bosque en el Baztán es hechizante, con una belleza serena y ancestral  que evoca sin buscarlo su parte más humana, la parte más etérea e...