sábado, 5 de agosto de 2023

ANCHA ES CASTILLA


¡Castellanos de Castilla,
nunca habéis visto la mar!
¡Alerta, que en estos ojos
del sur y en este cantar
yo os traigo toda la mar!
(Marinero en tierra)
Rafael Alberti


Por tierras de Castilla discurrieron este año nuestras vacaciones, y concretamente por la provincia de Burgos. La capital, mundialmente conocida por su catedral, obra cumbre del gótico español y Patrimonio de la la Humanidad, cuenta también con un rico patrimonio: iglesias, plazas, museos, miradores, castillo, sin olvidarnos de su casco histórico. Son muchos los encantos con los que nos cautiva esta ciudad castellana. Pero además,  la provincia de Burgos está colmada de pueblos con encanto y de lugares increíblemente bellos, algunos quizá no muy conocidos. No los recorrimos todos, claro está, porque cinco días dan para lo que dan, pero tampoco desaprovechamos el tiempo, y visitamos algunos de los más bonitos. 

Nuestra primera parada la realizamos en Aranda del Duero, una localidad en la que a falta de Oficina de Turismo abierta, una vecina nos orientó muy amablemente hacia el restaurante El Lagar. En su sótano se esconde una bodega histórica del siglo XV que los clientes pueden visitar gratuitamente, cosa que nos alegramos de hacer, pues es una auténtica pasada recorrerla, además de lo fresquito que se estaba allí abajo. Callejeamos sin rumbo por el casco antiguo y partimos sin detenernos demasiado hacia nuestro siguiente destino, pues ya se acercaba la hora de comer. Éste era un pequeño pueblo llamado Peñaranda del Duero, un pueblo cuyas calles desiertas propiciaron que lo contemplásemos en toda su magnitud. Su casco histórico sorprende al visitante, sobre todo su plaza principal, en la que destaca el Palacio de los Condes de Miranda, el Rollo de Justicia y la Iglesia Colegiata de Santa Ana. Decidimos tomar un refrigerio en un hostal situado bajo los soportales de la misma plaza y las vistas eran inmejorables. Al fondo, el castillo y la muralla, los cuales nos contentamos con ver desde lejos porque las horas y las altas temperaturas no hacían muy apetecible la visita.

Aranda del Duero


Aranda del Duero


Peñaranda del Duero


Cogimos carretera de nuevo con la vista puesta en Santo Domingo de Silos y en el hotel del mismo nombre en el que pasamos nuestra primera noche. Bien es cierto que Santo Domingo de Silos es célebre por su monasterio, aunque el pueblo es una delicia y sin duda, caminar por sus calles y por los alrededores de la abadía todo un placer para los sentidos. Visitar el claustro del monasterio es ineludible, ya que se trata de una obra maestra del románico español. Aunque me encanta el arte y lo estudié en el Bachillerato, no seré yo quien les cuente las virtudes y excelencias de sus columnas, capiteles o bajorrelieves. Tendrán ustedes que ir y verlo con sus propios ojos, porque merece la pena visitarlo. En el centro del claustro, un enorme ciprés que habita el monasterio desde el año 1882 y al que Gerardo Diego dedicó unos hermosos versos:

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.


Tampoco hay que olvidar que en la biblioteca de este monasterio se guarda el códice en papel y pergamino más antiguo de Occidente, y que inspiró a Umberto Eco al escribir su magistral novela El nombre de la rosa. La obra en cuestión, está ligada además a este monasterio a través del personaje de Jorge de Burgos, el bibliotecario ciego español que pasa su juventud en Santo Domingo.


Claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Foto Pedro Ruiz




Y del mismo modo que no te puedes marchar sin ver el claustro, tampoco puedes hacerlo sin asistir a alguna de las misas cantadas por los monjes del monasterio. Son muchos los que acuden allí atraídos por sus afamados cantos gregorianos, y aunque el boom de esta música litúrgica con la que estos religiosos vendieron miles de copias en los 90 se desvaneció hace años, es innegable que resulta toda una experiencia escuchar en directo el sonido de esta "música celestial". Como también suenan a música celestial las campanas de Santo Domingo de Silos, ya que su tañido alegre y ensordecedor se escucha en toda la población a lo largo del día. 
En las inmediaciones del monasterio encontramos indicaciones de la ruta del Camino del Cid, un gran itinerario que recorre el Camino que realizó este personaje tras ser desterrado de Castilla, tal como nos cuenta el Cantar del Mio Cid. Este Camino tiene su inicio en Vivar del Cid (localidad donde se supone nació Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador) y finaliza en Valencia. En su tramo burgalés, el Camino del Cid también recorre la ciudad de Burgos, el Monasterio de San Pedro de Cardeña, Covarrubias y Santo Domingo de Silos (parece ser que en vida, Rodrigo y su esposa Jimena donaron algunas de sus heredades al monasterio).

Manuel Machado dedicaba al Cid sus famosos versos:
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
...
(Castilla)
Manuel Machado





Y otra ruta que merece la pena realizar en Santo Domingo es la del Desfiladero de la Yecla. En total son 6 km, si vas a pie desde el pueblo, aunque también puedes ir hasta allí en coche, y como para nuestro personal trainer particular, todo lo que suene a ruta, senderismo o simplemente seguir un camino hay que seguirlo —llegue a donde llegue y cueste lo que cueste—, pues allá que nos encaminamos. Aunque madrugamos, la mañana fresquita, lo que se dice fresquita no era, pero una vez allí valió mucho la pena la caminata. Ante nosotros dos impresionantes muros de rocas entre las cuales discurre el cauce del río, formando una estrecha gruta de paredes verticales de apenas 1 km de largo y que se puede recorrer a través de una pasarela. Los saltos de agua, y el sonido del río reverberando por la angosta garganta, las escarpadas peñas en lo alto por las que se pierde la vista, la corriente de aire frío que se cuela por entre las inmensas rocas pulidas por el agua... todo un espectáculo que se completa con la numerosa colonia de buitres leonados que sobrevuelan el desfiladero y cuyas dimensiones y cercanía sobrecogen.  Nos encantó, se nota, ¿verdad?

Desfiladero de la Yecla


También muy cerca de Santo Domingo de Silos se encuentra el mítico cementerio de Sad Hill que en su día fuera escenario de la película de Cleant Estwood "El bueno, el feo y el malo", aunque nosotros nos fuimos sin visitarlo, pues nos esperaba nuestro siguiente destino: Covarrubias. 

Covarrubias es sin duda un pueblo con encanto. El río Arlanza discurre junto a las murallas de esta villa que está declarada Conjunto Histórico Artístico, y declarada también Pueblo más bonito de España y no es para menos, porque en el casco antiguo, sus casas conservan la arquitectura típica de la zona, con bajos de piedra, entramados de madera, soportales, balconadas... Pasear por sus calles es casi regresar al medievo, donde nada está descuidado: las fachadas, las plantas, ni siquiera las papeleras, que tienen forma de casa típica y que están hechas por los artesanos del pueblo. 
En esta bella localidad se encuentra también la torre defensiva más antigua que se conserva en Castilla, el Torreón de Fernán González, del siglo X y la ex-Colegiata de San Cosme y San Damián. Frente a esta última, puedes ver el monumento de la princesa Kristina de Noruega. ¿Y qué hace una princesa noruega por estos lares?, nos preguntamos. Pues bien, parece ser que llegó a España en el año 1257 para contraer matrimonio con el infante Don Felipe, hermano del rey Alfonso X el Sabio.

Covarrubias

Comimos en este bello pueblo, donde nos recomendaron visitar Territorio Arlanza, en Quintanilla del Agua y como nos pillaba de paso, hicimos la pertinente parada en la que es considerada como la escultura más grande del mundo. Se trata de un pueblo medieval a escala real realizado por el artista local Félix Yáñez a partir de materiales reciclados, reproduciendo la vida y los oficios de los pueblos de Castilla en la Edad Media. Más de 25.000 metros cuadrados entre los que puedes encontrar dos corrales de comedia, varias plazas, río, un puente de piedra, rollo, ermita, panadería, escuela, cantina, bodega y un largo etcétera, porque resulta imposible acordarse de todo. Supongo que algún momento de su explosión creativa aquello se le fue de las manos, y tras el poblado medieval comenzó un pueblo para niños con casitas de colores a escala, una catedral, personajes de dibujos animados de Disney, Mafalda, los Picapiedra, tortugas gigantes, ballenas, reptiles y todo lo que puedas imaginar en proporciones enormes, con vistosos colores y todo con materiales reciclados. Me quedo corta, porque no se puede describir con palabras lo lo que allí hay construido y por las manos de un solo hombre, que es lo más increíble... Impresionante de veras. Y para los que piensen que no será para tanto la cosa, aquí os dejo su página y algunas fotos: https://www.laesculturamasgrandedelmundo.com/



Territorio Artlanza. Quintanilla del Agua








Después de este increíble derroche de imaginación y creatividad, retomamos viaje para hacer una rápida parada en Lerma, un pueblo de apenas 2.500 habitantes cercano a la capital que alberga un rico patrimonio, algo que se explica por su relación con el Duque de Lerma (Francisco Gómez de Sandoval-Rojas y Borja), el hombre más poderoso del reinado de Felipe III. Destaca en esta localidad su majestuoso Palacio Ducal, hoy Parador Nacional de Turismo, cuya arquitectura recuerda al Alcázar de Toledo, y el Mirador de los Arcos, con unas vistas preciosas a la vega del río Arlanza. José Zorrilla vivió en Lerma durante parte de su vida, sirviéndole ésta de fuente de inspiración para su obra. Hoy su estatua permanece inmóvil frente a la Colegiata de San Pedro.
Desde 2017, Lerma ostenta la distinción de ser uno de los Pueblos más bonitos de España, así que imaginarán los muchos monumentos, iglesias, conventos y rincones con encanto que alberga esta localidad. Sin embargo, el calor y el cansancio ya iban haciendo mella en nuestro espíritu viajero, así que decidimos continuar hacia la capital, donde nos esperaba un nuevo alojamiento, una buena ducha y un necesitado descanso. Después de todo eso, la vida tiene otro color...

Colegiata de San Pedro. Lerma


Burgos capital es una ciudad moderna de casi 176.000 habitantes que conserva numerosos vestigios de su esplendor medieval. El más relevante, sin duda, la Catedral, de estilo gótico francés. No sabemos si a los burgaleses les pasará lo mismo, pero lo cierto es que siendo turista es inevitable volver una y otra vez a la Plaza del Rey San Fernando para quedar absorto contemplando  todo su esplendor. No puedes dejar de mirar, porque su arquitectura sobrecoge y atrapa a partes iguales. Por la noche la iluminación le aporta un halo mágico y especial. Y casi lo mismo ocurre con el Arco de Santa María, uno de los monumentos más emblemáticos de Burgos y del que parten el Paseo del Espolón y el Puente de San Pablo. Las aguas del río Arlanzón discurren bajo este último, y en ese lugar fuimos testigos de la presencia de dos simpáticas nutrias que nadaban y jugaban a apenas unos metros de los que las observábamos atónitos desde arriba. La visión nos pareció todo un regalo de la naturaleza, y creímos en un principio que aquel avistamiento era algo habitual, pero no, aunque las noches siguientes acudimos al mismo lugar con la esperanza de volver a verlas, nos quedamos con las ganas, qué le vamos a hacer...
Aparte de lo monumental, -y del avistamiento de nutrias, no menos importante para alguno- la ciudad de Burgos nos sorprendió también por su ambiente, con calles abarrotadas de gente y con bares y terrazas repletos de turistas y burgaleses tomando cañas, tapas, o simplemente degustando un buen vino de la tierra. Y es que, como ocurre en el resto de España, la gastronomía no tiene nada que envidiar a la de cualquier ciudad del planeta. Eso sí, aviso a navegantes: en Burgos por las noches refresca, incluso en verano, y es recomendable salir de casa con un jersey o una manga larga. Al día siguiente nos esperaba un largo día de viaje y varios sitios que visitar, así que no trasnochamos demasiado. 


La siguiente jornada nos encaminamos al norte de la provincia, y nuestra primera parada fue en el Monumento Natural de Ojo Guareña, en la comarca conocida como Las Merindades. Se trata de un complejo kárstico que cuenta con más de 110 km de galerías, constituyendo el conjunto de cuevas más extenso dela Península Ibérica y uno de los 10 más grandes del mundo. El lugar ya de por sí es espectacular, ya que impresiona ver la pared vertical de roca caliza en cuyas entrañas se incrusta la Ermita de San Bernabé. Se puede visitar dicha cueva y también la Cueva Palomera. Esta última es mucho más larga y como el tiempo es precisamente de lo que no disponíamos, visitamos la primera. La visita comienza en la que fue la Sala del Ayuntamiento, llamada así por haber sido sede del Ayuntamiento de la Merindad de Sotoscueva hasta 1924. Una vez dentro de la cueva, visionamos un video explicativo de este complejo y de sus orígenes, para después recorrer unos 400 metros de galerías siguiendo las explicaciones de la guía, hasta terminar el recorrido en la Ermita de San Tirso, más conocida como de San Bernabé, una bóveda natural cuyas paredes están completamente decoradas con pinturas murales que relatan la vida, martirios y milagros de San Tirso y que datan de 1705. Lo peor de la visita, la redecilla y el casco, pero supongo que imaginarán ustedes que son obligatorios. Bromas aparte, se trata de una maravilla de la naturaleza que merece la pena visitar. 


Ojo Guareña



Ermita de San Bernabé


Y siguiendo por las Merindades, otro lugar que te deja sin palabras es la localidad de Puentedey. Se trata de una pequeña aldea de apenas 50 habitantes que cuenta con un atractivo que atrae cada vez a más turistas: su puente natural. El río Nela discurre a los pies de este espectacular puente de 15 metros de altura y 35 de ancho y sus aguas han modelado durante millones de años la roca caliza para formar este prodigio de la naturaleza. Puentedey también forma parte del selecto grupo de Pueblos más bonitos de España (otro más) y su nombre procede de puente dei, o puente de Dios. Comimos unos bocadillos bajo la sombra de esta gran mole de piedra, disfrutando del embrujo de la imagen, del sonido del agua, de la brisa que allí soplaba a pesar de las altas temperaturas, sintiéndonos insignificantes ante tal grandiosidad. Después, algunos decidimos pasear bajo la inmensa bóveda de 80 metros de longitud mientras que los más atrevidos decidieron darse un baño en las frescas aguas del Nela (sólo para valientes).

Puentedey- Foto Cande Ruiz




Finalizado el baño, partimos de nuevo hacia nuestro próximo destino, tan espectacular como el anterior, aunque antes, quisimos hacer una pequeña parada para visitar las ruinas del Monasterio de Santa María de Rioseco, monasterio de la orden del Cister del siglo XIII, situado a orillas del río Ebro y que en su día fue uno de los más importantes del norte de Burgos. En la actualidad, se haya en proceso de reconstrucción, pero a pesar de que es mucho el trabajo que resta aún, pasear entre sus ruinas es suficiente para hacerse una idea del esplendor que poseyó hace siglos esta joya arquitectónica.

Monasterio de Santa María de Rioseco. Foto Cande Ruiz


Y otra joya de la naturaleza es el siguiente pueblo que visitamos: Orbaneja del Castillo. Esta pequeña aldea de arquitectura medieval está declarada Conjunto Histórico, y es, sin ningún género de dudas, uno de los pueblos más bonitos de Burgos y de toda España. Su mayor atractivo: la preciosa cascada que desciende 25 metros desde lo alto del pueblo formando distintas pozas, que se desbordan y vierten el caudal en la siguiente. El musgo, y la rica vegetación que rodea la cascada, sus aguas cristalinas, su hipnótico discurrir a través de los saltos de agua, el sonido embriagador... La imagen no puede resultar más idílica, y como si estuvieras contemplando un pueblo de cuento, o un belén a tamaño real, no puedes apartar la mirada de ella, ni fotografiarla desde todos los ángulos posibles.
Se sube al pueblo a través de una escalera paralela a la cascada, y una vez arriba, pasear por sus callejuelas empedradas hasta el centro es un auténtico placer. El arroyo divide al pueblo en dos mitades antes de precipitarse por la cascada. Desde el centro del pueblo se divisa en lo alto la llamada Cueva del Agua, lugar por donde fluye dicho arroyo, y que se puede visitar cuando el caudal lo permite. También son fascinantes las crestas rocosas que rodean a Orbaneja del Castillo, semejantes a las almenas de un castillo, de ahí el nombre del pueblo. Echándole un poco de imaginación, incluso puedes apreciar las figuras de dos camellos que parece que estuvieran besándose.


Orbaneja del Castillo- Foto Pedro Ruiz López



Felices y satisfechos con todo lo vivido en esta larga y productiva jornada emprendimos el regreso a la capital, cuyo bullicioso ambiente nos recibió una noche más mientras deambulábamos en busca de un lugar donde cenar, unas nutrias desaparecidas, o un último vistazo del día a la catedral. Con todo, la jornada siguiente la reservamos para realizar una visita guiada por la ciudad, que es algo que nos gusta hacer siempre que tenemos oportunidad y la imprescindible visita a la catedral.

Visitar la catedral de Burgos, como tantas otras, merece mucho la pena. Y es que, si por fuera resulta  espectacular, podrías pasar horas y horas contemplando las maravillas que alberga su interior: el retablo, las numerosas capillas bellamente ornamentadas entre las que destaca la Capilla de los Condestables, el espectacular cimborrio (obra más de ángeles que de hombres, en palabras de Felipe II), la magnífica Escalera dorada y el incontable patrimonio arquitectónico y artístico que posee y que puedes ver durante la visita.
Además, bajo el cimborrio, se encuentra la tumba de uno de los burgaleses más célebres: el Cid Campeador, cuyos restos descansan junto a los de su esposa Jimena desde el año 1921. 

Por la tarde aprovechamos para subir al castillo y al mirador que se encuentra junto al mismo y desde el cual se aprecian unas vistas preciosas de la ciudad. En el camino de vuelta nos encontramos con la Iglesia de San Esteban, templo de estilo gótico que está destinado a Museo Diocesano y que contiene además numerosos retablos procedentes de iglesias de toda la provincia que han sido restaurados en su taller. Nos nos dio tiempo de visitar muchos otros templos y lugares que merecen la pena y que ya estaban ya cerrados: el Museo de la Evolución Humana, la Cartuja de Miraflores, el Monasterio de las Huelgas, o el famosísimo yacimiento de Atapuerca, muy cerca de Burgos, pero teníamos la agenda completa, ya que el último de nuestros días teníamos programada una ruta al nordeste de la provincia: Tobera, Frías y Poza de la Sal, otro pleno, vaya.

En Tobera nos esperaba otro lugar fantástico que descubrir, y una ruta de las cascadas que nos encantó (cuánto nos gustará una cascada...). Se trata de un pequeño pueblo por cuyo centro discurren las aguas cristalinas del río Molinar, formando en su descenso varios saltos de agua y cascadas a las que se puede acceder. Nuevamente el embrujo del agua y su sonido nos transportó a otra dimensión, pero además, siguiendo las indicaciones de la ruta, llegamos a un lugar igualmente maravilloso. Se trata de una de las panorámicas más fotografiadas de Burgos: el Conjunto Artístico formado por la Ermita de Nuestra Señor de la Cruz (antigua hospedería del Camino de Santiago) y la Ermita del Cristo de los Remedios, junto al puente romano que completa el conjunto. Y una vez allí diré que se trata de un lugar mágico digno de ser visitado y fotografiado, sí señor. 


Tobera- Foto Pedro Ruiz


La bonita ciudad de Frías se encuentra a tan solo unos pocos kilómetros de distancia, y digo ciudad, porque a pesar de contar tan solo con 275 habitantes, Frías puede presumir de conservar este estatus que le otorgó Juan II de Castilla en 1475, siendo así la ciudad más pequeña de España. Adivinen qué título posee además... Pues efectivamente, de nuevo nos encontramos con otro de los Pueblos más bonitos de España, y en esta ocasión también es merecido este título, porque recorrer Frías es volver a la Edad Media y sus casas, sus plazas y sus calles, que parecen haberse detenido en el tiempo te invitan a caminar y a perderte por los bellos rincones. En lo alto, guardando perfecto equilibrio sobre una enorme peña, el Castillo de los Duques de Frías, o de los Velasco, un castillo que visitamos —qué duda cabe, habiendo que subir...— y desde cuya Torre del Homenaje se aprecian unas vistas privilegiadas del casco antiguo. Pero como digo, callejear por Frías es un auténtico deleite y con un caso antiguo considerado Conjunto Histórico Artístico, no es de extrañar que uno se encuentre con otros muchos atractivos, como las impresionantes casas colgadas, la muralla, la Plaza del Ayuntamiento, la Iglesia de San Vicente, o el imponente puente medieval que salva las aguas del río Ebro a las afueras de la ciudad.
En definitiva, la visita a esta pequeña-gran ciudad nos gustó mucho y nos dejó un buen sabor de boca —pues también aprovechamos nuestra visita para comer—.

Frías



Y con la tripa llena, partimos de nuevo hacia el último de nuestros destinos: Poza de la Sal, otro pueblecito medieval con mucho encanto, otro Conjunto Histórico Artístico y otro lugar que no podremos olvidar aunque queramos por todo lo vivido. 

Poza de la Sal se asienta sobre un gran depósito de sal marina, aunque el mar más cercano se encuentre a más de 200 km. La historia de Poza de la Sal está íntimamente vinculada a la historia de sus salinas y en busca del "oro blanco" pasaron por estas tierras distintos pueblos como romanos o visigodos. Estas salinas fueron explotadas por el hombre desde la Prehistoria hasta el año 1970, pero aunque hayan perdido su función milenaria, constituyen un singular testimonio de esta actividad económica y un recurso turístico indudable. El Centro de Interpretación de las Salinas o Casa de la Sal, ubicado en la antigua Casa de Administración de las Reales Salinas, cuya visita se recomienda estaba cerrado, pero lo que andábamos buscando (y que por fortuna encontramos), era una pequeña piscina de agua salada cuya salinidad es mayor a la del Mar Muerto, así que... sí ¡flotábamos sin esfuerzo! La sensación ya les diré que no se puede describir, hay que probarlo, y aunque acabamos blancos de arriba a abajo y con el pelo convertido en una especie de estropajo, no me hubiese perdido la experiencia por nada del mundo. Eso sí, casi a la carrera algunos, nos dirigimos a los antiguos lavaderos del pueblo, lugar que nos indicó muy amablemente un vecino. Hubiésemos preferido una ducha, pero tampoco nos importó demasiado, ya que el rápido baño nos sirvió para refrescarnos y despojarnos del mineral que amenazaba con convertirnos en estatuas de sal.  
Y hablando de estatuas, no nos podíamos marchar de Poza de la Sal sin visitar la estatua del personaje más ilustre y conocido de esta localidad: Félix Rodríguez de la Fuente. Yo ignoraba este dato, pero en Poza de Sal nació y pasó su infancia Félix, y allí, junto a su efigie flanqueada por un lobo nos hicimos la obligada fotografía recordando a un gran hombre cuyo programa, El hombre y la tierra, nos encantaba cuando éramos pequeños. Sonreímos a la cámara y al cielo, recordando también emocionados a nuestro padre, que tanto lo admiró en vida y cuya muerte lloró y lamentó en su día.

Poza de la Sal. Monumento a Félix Rodríguez de la Fuente





Con esa excursión pusimos fin a nuestras andanzas por tierras burgalesas. Ya otra vez en Burgos dimos la última vuelta de rigor por la ciudad, cenamos, nos sentamos en la Plaza Mayor una noche más a degustar un helado, y volvimos a admirar la imponente estampa de la catedral que ilumina las noches burgalesas. 
Cansados, pero con paso firme regresamos a nuestro alojamiento, reconociendo ya sobradamente el trayecto, dónde desemboca cada calle, o qué imagen encontrar a la vuelta de la esquina. 
Al día siguiente dejamos atrás Burgos y emprendimos el camino de vuelta casa. Paramos a comer en Buitrago de Lozoya (Madrid) y aprovechamos la parada para realizar una breve visita. Otro bonito pueblo medieval, otro Conjunto Histórico Artístico, y otro lugar que merece la pena conocer. Recorrimos sus murallas de origen árabe que ofrecen unas bonitas vistas al río Lozoya que rodea casi todo el municipio, y subimos los 113 escalones que conducen al campanario de la Iglesia de Santa María del Castillo. 

Después de una buena comida en uno de los numerosos bares de Buitrago, volvimos a la carretera reduciendo poco a poco la distancia que nos separaba de nuestra querida Munera. Vinimos recordando todos los pueblos y lugares visitados en los 5 días que duró nuestro viaje, incluso hicimos un resumen muy divertido y esquemático del mismo. Teníamos la sensación de que hubieran pasado dos semanas desde que partimos, algo normal si tus vacaciones las empleas en intentar ver lo máximo posible en muy poco tiempo, que es lo hacemos siempre. Regresamos cansados de tanto caminar, madrugar, subir, bajar, hacer kilómetros y deambular de un lugar a otro. Porque descansar, lo que se dice descansar,  pues no demasiado (casi necesitas otra semana de vacaciones para reponerte de las vacaciones), pero en fin, que nos quiten lo bailao, como se suele decir. Lo que sí hemos hecho es desconectar y también disfrutar mucho de estos días de vacaciones en familia. 

Y después de un viaje así, qué felicidad volver a tu casa, a tu cama,  a tus rutinas... y descansar al FIN.







Epílogo

Escribir esta crónica me ha costado mucho, no sólo por el mero hecho de dejar por escrito de forma meridianamente clara y bien redactado todo lo vivido, sino porque ha sido una empresa complicada resumir el viaje sin dejarme nada en el tintero. Supongo que algo habré olvidado, aún así. Escribiéndolo ahora me doy cuenta de lo mucho que hemos caminado, de lo mucho que hemos visto y disfrutado y de los muchos momentos inolvidables que se quedarán para siempre en nuestras retinas (y en nuestros teléfonos).

Ancha es Castilla y el rey paga, se decía en los siglos X-XII tras la reconquista y con el comienzo de la repoblación de la meseta castellana. Pues esta frase me viene como anillo al dedo, porque, qué extensa es Castilla y cuánto que ver en ella. Nosotros hemos visto una pequeña parte, pequeña pero increíblemente bonita. Espero que mis palabras os animen a seguir nuestros pasos o a encaminarlos hacia otros tantos lugares por descubrir, en Castilla o en cualquier otro sitio, porque como escribía Machado: 
"Caminante, no hay camino
 se hace camino al andar".

Gracias por viajar conmigo a través de las palabras una vez más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario