"Honraré la Navidad en mi corazón y
procuraré conservarla durante todo el año’"
Charles Dickens
Un año más llegó Navidad. Otros doce meses que han pasado como un auténtico suspiro. Doce meses de rutinas, trabajo, problemas, metas, ilusiones y desilusiones... doce meses en los que no pasó otra cosa que la vida misma, con sus pequeñas alegrías y sus grandes tristezas. Trescientos sesenta y cinco días de los que apenas recordamos ya un puñado. Algunos nos dejaron un buen sabor de boca y los guardaremos en la memoria siempre con una sonrisa, aunque también hubo otros amargos que preferiríamos poder olvidar.
Toca en estas fechas hacer balance, y puestos a elegir, yo me quedo con todo lo bueno de este año. Recuerdo, no sin cierta desazón, todo lo ocurrido las Navidades pasadas. La ola de contagios de covid-19 provocó que miles de familias vivieran unas Navidades bastante atípicas. Como fichas de dominó, unos y otros fueron cayendo, contagiados por algo más que el espíritu navideño. En casa, como en tantos otros hogares españoles, comenzamos el año más positivos que nunca, y aunque no fue la mejor forma de comenzarlo, tampoco creo que fuera la peor, teniendo en cuenta que todos pasamos el mal trago sin demasiada dificultad.
Y una vez superado el trance, pues supongo que comenzamos a mirar con otros ojos al dichoso virus, y por ende, a ver la vida de otro color. Y así, poco a poco, algunos con ansia y otros más tímidamente -cada cual a su ritmo- volvimos a disfrutar plenamente de las reuniones, de las fiestas, de las vacaciones, de los viajes... Lo hicimos como el sediento que encuentra un oasis tras una tortuosa travesía por el desierto, saboreando cada gota de agua, cada momento reconquistado.
Qué felicidad recuperar lo perdido, y poder olvidarnos de las mascarillas. Qué sensación indescriptible volver a vernos las caras y regalarnos de nuevo las sonrisas. Les dijimos adiós con profunda satisfacción, casi recreándonos en ese pequeño gesto de victoria. Han quedado olvidadas en un cajón, entre la incredulidad por haber vivido lo vivido, y la esperanza de que no volvamos a pasar por ello.
Pero la vida nos sorprende siempre, y 2022 se llevó una pandemia, y a cambio nos trajo una guerra de consecuencias imprevisibles. Un conflicto a las puertas de Europa, aunque todavía a miles de kilómetros para tranquilidad de nuestras acomodadas almas occidentales. Pero la realidad, una vez más se hizo latente dejando una guerra enquistada cuyos efectos económicos se han dejado notar en todo el mundo.
Pero a pesar de ello, son las primeras Navidades pospandemia y, como si volviésemos a los llamados "felices años veinte", toca resarcirse de las carencias pasadas. Aunque todo esté por las nubes, desde una triste barra de pan hasta el turrón, toca celebrar como Dios manda, ¡por fin! Y lo haremos cueste lo que cueste, porque quién sabe lo que vendrá después.
La magia de la Navidad ha regresado, con más fuerza que nunca, —o al menos eso se empeñan en trasmitir los anuncios—. Toca ser felices. Pónganse sus mejores galas, compren todo lo mejor y ala, a derrochar felicidad, que ya está el resto del año para todo lo demás.
Se me quedó grabado el día en que mi hijo me dijo con tristeza: "La magia no existe. Todo es mentira". Y yo, que no comulgo con ese empeño de convertir la Navidad en magia, felicidad y comunión, le respondí esta perorata: "Quizás la magia de la Navidad no exista tal y como tú quieras que exista. Pero la magia existe y existirá. Cada vez que un sanitario cura a alguien y hace un pequeño milagro. Cada vez que alguien ayuda a otra persona, de la manera que sea. La magia está en la sonrisa de un niño, en un saludo afectuoso, en un recuerdo, en un abrazo, en una caricia... Y no me dirás que no hay magia en una melodía que te emociona, o en un libro, o en un verso". No se lo dije por conformarlo, ni mucho menos, porque creo palabra por palabra de este discurso. Hay tanta magia en el mundo tan cerca de nosotros, que parece mentira que la busquemos casi siempre en lugares equivocados. Y toda esa magia la podemos encontrar a lo largo de todo el año, no solo en Navidad.
Lo que sí le concedo a la Navidad es la capacidad de reunir a familias y amigos en torno a ella. Creo que si viviera cerca de Barajas, cada víspera de Navidad me iría a la terminal con unas palomitas y una caja de pañuelos. Me sentaría a observar cada desembarque, y me inflaría a llorar contemplando cada reencuentro. La Navidad hace posible que millones de personas vuelvan a casa en estas fechas, y eso sí que es pura magia. Hijos que regresan, parejas que viven alejadas y se funden en besos interminables, abuelos que llevan meses sin ver a sus nietos y que los miran de arriba a abajo estudiando sus cambios, familias separadas por la distancia que tendrán por fin una excusa para reunirse de nuevo. Abrazos, besos, caricias, nervios, sonrisas y lágrimas, todo junto, mires donde mires. Sin duda, esa es probablemente una de las formas más increíbles de felicidad: los reencuentros.
¡Feliz Navidad! repite todo el mundo estos días. Se mandan a diestro y siniestro mensajes impersonales reenviados cientos de veces a grupos y a contactos. Se comparten en redes y en los muros. Aunque relegado en un rincón, el teléfono emite sin descanso su particular pitido. Ya casi nadie escribe postales, una costumbre navideña de otro siglo. Y a mí, que siempre me gustó la Navidad, me rechina cada vez más esa expresión tan manida que, precisamente por ser repetida hasta la saciedad, ha perdido casi su significado. Por eso hoy, lo que me gustaría desearos a todos es una Feliz Vida, o al menos, que cada persona logre encontrar la capacidad de ser feliz, aún en los momentos más difíciles.
Así que, contando ya los días para que empiece un nuevo año, y con los dedos cruzados por lo que nos pueda deparar, desde aquí, os deseo que cada día encontréis la forma de ser felices, cada cual a su manera.
¡Feliz Vida y gracias por formar parte de la mía!
Ya llegó la Navidad
y después el año nuevo
con estos versos yo quiero
desear felicidad.
Que la salud sea completa,
que la paz sea con vosotros,
que esté llena la maleta
de libros, amor y amistad.
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