Mi primer recuerdo de ella tiene como escenario una
biblioteca. La regentaba diligentemente desde el día de su inauguración, allá
por el año 1966. En mi memoria se vislumbra con nitidez la imagen de aquella
mujer de semblante risueño y expresión concentrada tras sus gafas. La recuerdo
situada en su mesa repleta de papeles y ficheros, junto a la ventana, buscando
entre las fichas de los usuarios, rodeada de libros, de niñas y niños,
pidiéndonos silencio mientras nos dirigía una mirada severa. Nunca le reprochamos
su rectitud, ni mucho menos, por aquel entonces era lo normal; las bibliotecas
eran templos silenciosos que poco o nada tenían que ver con las bibliotecas
públicas de hoy en día.
Aquella gran mujer se llamaba, (y se llama, porque
afortunadamente todavía sigue entre nosotros) Amparo, aunque siempre la
llamamos Doña Amparo, y aún hoy lo seguimos haciendo cariñosamente. Fue durante
décadas bibliotecaria de aquel mágico lugar al que yo acudía de pequeña en
busca de libros y que con los años se convertiría en mi segunda casa. Y fue
también la encargada de su impulso, de su creación y la mujer que la puso en
marcha. Poco después, tuve la suerte de ser alumna suya, ya que además de
bibliotecaria, era maestra.
Cuando empecé a fraguar en mi mente el relato sobre
una mujer pionera, enseguida tuve claro que esa mujer no sería ninguna mujer
famosa cuya fascinante vida haya llenado ríos de tinta y deslumbrado a todos
los que nos hemos asomado a ella en algún momento. Podría haber dedicado estas
líneas a Marie Curie, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, Frida Khalo o
tantas otras. Sin embargo, quise dedicar estas letras a una mujer que he tenido
la fortuna de conocer en persona y a la que he admirado durante toda mi
vida, a una mujer extraordinaria en todos los sentidos, llamada Amparo
Gavidia Murcia.
Aunque no nació en Munera, ha sido en este pequeño
pueblo manchego donde ha transcurrido su vida desde que con veintiocho años
obtuvo la plaza de maestra, oficio que ejerció con verdadera vocación y
dedicación hasta su jubilación. Muchos de sus alumnos la recordaremos siempre
con gran afecto, como a la gran maestra que siempre fue. Y hasta aquí, no dista
su historia de la de muchas otras mujeres, maestras de profesión, cuya labor ha
marcado a numerosas generaciones de alumnas y alumnos. Sin embargo, el hecho de
ser maestra, y el extraordinario trabajo que realizó como tal, viene a ser casi
una anécdota en la vida de esta magnífica mujer.
En Munera conoció a su marido, Enrique García Solana,
periodista, escritor, y Cronista Oficial de la villa. Fue un hombre
culto, con profundas inquietudes literarias, que compartía con su esposa, y las
cuales les llevaron a emprender numerosos proyectos culturales en el municipio.
Podría decirse que esta gran mujer fue durante años la
mano derecha del gran hombre que era su marido, y no faltaría a la verdad, sin
embargo, también es cierto que a Amparo le sobran los méritos propios para
afirmar que toda su vida ha sido un ejemplo de mujer luchadora, valiente, y
capaz por sí misma.
Es Amparo Gavidia una mujer de grandes capacidades.
Fue maestra, algo que quizá no era tan inusual, pero también ejerció durante
años como directora del Colegio Público Cervantes hasta que se jubiló, un cargo
que por aquel entonces no era ocupado por mujeres con demasiada
frecuencia.
Nunca olvidaré el día en que siendo estudiante recibí
un diploma por mis calificaciones, y el orgullo que sentí al recibirlo de manos
de la directora, doña Amparo, una mujer que ya en ese momento, sin apenas
conocer su historia, consideraba sobresaliente y me parecía rodeada de un
aura especial.
Es Amparo Gavidia una mujer valiente. Su historia,
como la de muchas otras grandes mujeres que han roto estereotipos, y se han
convertido en pioneras, es larga de contar, y está colmada de proyectos.
Inicialmente fueron urdidos junto a su marido, y llevados a cabo por ambos con
el entusiasmo y la vocación de los que encuentran en la cultura el sentido de
su existencia. Pero aquel murió demasiado pronto, y aunque no debió de ser
fácil, Amparo dio un paso adelante y quedó al frente de todos aquellos
proyectos. A la pérdida de su marido, le siguieron con el tiempo el
fallecimiento prematuro de sus dos hijos, y a pesar de los pesares, ella
continuó trabajando por la cultura y abanderando los numerosos proyectos
culturales con los que nos obsequiaron. Continuó organizando año tras año el
Concurso literario Molino de Viento de la Bella Quiteria, siguió reuniendo a
los pies de su molino a escritores de toda España y a recibirlos con el agrado
y cordialidad de las que siempre hizo gala, siguió impulsando cada veinte de
septiembre el Pórtico Literario de la feria de Munera, y siguió también
colaborando con la revista local Ecos que fundara su marido en 1945.
Es Amparo Gavidia una mujer luchadora. Lo ha demostrado
Amparo a lo largo de su vida con su imparable labor, evidenciando siempre la
pasta de la que está hecha, la fuerza que siempre la ha caracterizado, la
entereza con que ha afrontado todas sus desgracias para seguir caminando y
trabajando por la cultura. Pero además, como hiciera María Moliner en su día,
fue la artífice de compilar cientos de palabras, vocablos y localismos propios
del municipio. Pacientemente las fue anotando, redactando y ordenando para ir
publicándolas después en la revista local Ecos en la sección que tituló
Diccionario Munerense. En 2011 todas esas palabras que Amparo había ido
recopilando se publicaron en un libro que recibió el mismo nombre que aquella
sección. Gran lectora y entusiasta del Quijote, ha dedicado gran parte de su
vida a estudiarlo con auténtica devoción. En verdad, podríamos decir que toda
su vida está inexorablemente ligada a la gran obra de Cervantes.
Fruto de su ejemplar trayectoria, son muchas las
muestras de cariño, y el sincero reconocimiento de todo un pueblo y del mundo
de la cultura de toda la provincia, que se le han proferido en los últimos
años. Amparo Gavidia ha obtenido numerosas condecoraciones: Ha sido nombrada
Hija Adoptiva de Munera, Quiteria de Honor, pregonera de la Feria... Homenajes
que se quedan cortos para agradecer el inmenso legado cultural con el que ella
nos ha obsequiado a todos los munereños.
Amparo Gavidia Murcia, esposa, madre, maestra,
directora, bibliotecaria, escritora... una mujer polifacética que todavía, a
sus noventa y muchos años, podemos admirar y felicitar por ser, sin duda, una
mujer extraordinaria.
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Epílogo:
Una amiga que quizás confía demasiado en mis habilidades como escritora, me envió una información sobre un concurso. Había que escribir sobre una mujer pionera, cualquiera, real o ficticia. Me quedé pensando unos minutos y pronto supe que si había de escribir sobre alguien, esa mujer no sería otra que Amparo Gavidia Murcia, una mujer por la que, por si no ha quedado claro, siento verdadera admiración.
Seguramente este relato no llegará a ganar ningún premio, ando escasa de tiempo, y de inspiración, y ambos son necesarios para escribir algo de calidad, sin embargo, no quería dejar pasar la oportunidad de mostrar este pequeño bosquejo de su vida, que quizá alguien algún día complete con profundidad, para celebrar el Día de la Mujer.
También quisiera advertir al lector que gran parte del legado cultural que nos ha dejado Amparo, también es realidad gracias a su familia, y especialmente de su marido Enrique García Solana, aunque como imaginan, al margen de los méritos de aquellos, he querido rendirle este pequeño homenaje a ella, a Amparo, a mi querida Doña Amparo, por ser ese espejo donde mirarme, un verdadero ejemplo a seguir.
Solo me resta decir, mucha gracias Amparo, por todo, por tanto...
Cuánta razón llevas!!, qué mujer más extraordinaria, valiente y luchadora... y tantas cosas más. La has retratado estupendamente, enhorabuena.
ResponderEliminarLoli Moreno
Es un privilegio para Munera haber contado y contar todavía con una mujer como doña Amparo. A todos nos dejó huella y a algunas como a Mª Nieves y a mí, hasta el oficio...
ResponderEliminarBonitas palabras, escritas como siempre, estupendamente.
Loli Moreno.